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La gota

El sonido de las gotas era lo único que quedaba.

Uno.

Dos.

Tres.

Caían desde el techo, con una precisión inhumana, golpeando el mismo punto en la frente de Martín.

Gota.

Pausa.

Gota.

Pausa.

Al principio no fue nada. Un cosquilleo. Un roce frío contra la piel. Pero con el tiempo, cada impacto se convirtió en una aguja. En un martillazo.

No sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Podían haber sido horas. O días. O tal vez ya estaba muerto y esto era el infierno.

Las correas le mordían las muñecas y los tobillos. La madera de la silla en la que estaba atado era húmeda. Olía a podredumbre.

Parpadeó.

O lo intentó.

Porque sus párpados eran costras endurecidas de sangre seca y lágrimas.

Gota.

Un ardor le recorrió la frente. Como si el agua se filtrara dentro de su cráneo. Como si le estuviera perforando la piel.

Quiso moverse.

No pudo.

Quiso gritar.

No quedaba voz en su garganta.

En algún momento, la puerta se abrió.

No lo escuchó.

Solo supo que había alguien ahí porque una sombra oscureció la tenue luz que caía sobre su cara.

Una mano se posó en su mejilla. Un roce suave, casi tierno.

—¿Cómo estás, Martín?

No respondió.

No podía.

La voz sonó divertida. Casi decepcionada.

—Aún no, ¿eh?

El sonido de unas botas alejándose.

Luego, el chirrido de la puerta cerrándose.

Y otra vez.

La gota.

¿Qué crees que le están haciendo a Martín? ¿Quién es la voz?
Te leo en los comentarios… 👇🩸

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