No debimos hacerlo
Todo empezó como un reto. Como casi todas las malas ideas.
Éramos cinco. Cinco idiotas que querían grabar un vídeo para TikTok en el cementerio del pueblo.
Lucas llevó la tabla. No era una de verdad, claro. La imprimió de Internet y la pegó sobre una tabla de cortar.
Pero eso no fue lo peor.
Lo peor fue que funcionó.
Nos colamos a las 00:12. Había luna llena, como si el cliché viniera con la maldición incluida.
Nos sentamos entre las tumbas más antiguas, rodeados de cruces oxidadas y nombres que ya nadie recuerda.
Lucas, Clara, Javi, Elena… y yo.
Los cinco tocamos el vaso.
Los cinco dijimos al unísono:
—¿Hay alguien aquí?
Silencio.
Viento.
Risa nerviosa.
Y entonces, el vaso se movió.
S – Í
Ni uno solo de nosotros lo empujó. O al menos… eso juramos.
—¿Quién eres? —preguntó Clara.
A – L – E – X
Alex. El nombre más común. El más inocente.
Hasta que escribió la siguiente palabra:
M – U – E – R – T – O
Nos reímos. Javi incluso aplaudió.
Lucas sacó el móvil y dijo: “Vamos a petarlo”.
El vaso se detuvo.
Y después empezó a girar solo.
Rápido. Como si se enfadara.
—Eh, para. ¡Basta! —dije, quitando el dedo.
Mala idea.
El vaso estalló.
Se cortó la grabación.
Y a partir de ahí… no fue un juego.
Esa noche, al llegar a casa, recibimos todos el mismo mensaje desde un número desconocido:
“¿Queréis seguir jugando?”
Pensamos que era Lucas. O Clara. Hasta que Clara no fue al cole al día siguiente.
Ni al otro.
La encontraron en la bañera.
Los labios morados. Los ojos abiertos.
Y escrito con sangre en el espejo:
ALEX
Luego Javi empezó a hablar solo en clase. Decía que Alex dormía bajo su cama.
Dos días después, saltó por la ventana del segundo piso.
Sobrevivió. Pero ya no habla.
Lucas desapareció. Sin dejar rastro. La tabla apareció rota en su cama.
Y ahora estoy aquí, escribiendo esto, con los nudillos sangrando.
Intentando advertir a alguien. A ti.
Sí, tú.
Porque hace un rato… me llegó otro mensaje.
“Solo queda uno.”
Y el vaso, el maldito vaso… acaba de aparecer sobre mi escritorio.
Sin romperse. Sin polvo.
Listo para otra pregunta.
Y ahora te pregunto a ti…
¿Seguirías el juego si el vaso se mueve solo?
¿O romperías la tabla antes de que sea demasiado tarde?
Déjamelo en los comentarios.
Y si ya has jugado alguna vez a la ouija…
cuéntame qué pasó. Si te atreves.