Mamá y papá no tienen por qué saberlo
La mecedora seguía moviéndose… pero no había nadie allí
La primera vez que lo escucharon, pensaron que era el televisor.
Era una noche cualquiera, tranquila, de esas en las que el cansancio pesa más que el miedo. Daniel y Laura estaban en la sala, viendo una serie sin mucho interés, cuando el sonido llegó hasta ellos.
Un susurro.
Sutil, breve, casi imperceptible.
Laura pausó la serie y se miraron en silencio.
—¿Has oído eso? —preguntó ella.
Daniel frunció el ceño, pero negó con la cabeza.
—Será la tele del vecino.
No le dieron más vueltas. Error.
La segunda vez, ya no hubo dudas.
Laura se despertó de golpe en mitad de la noche, con el corazón acelerado y la sensación de que algo la había sacado del sueño.
No supo qué, hasta que lo escuchó.
Un susurro.
Justo al lado del monitor del bebé.
Se giró hacia Daniel, que dormía profundamente.
El sonido venía de la mesita de noche. Del pequeño dispositivo de vigilancia que habían comprado hacía un mes, cuando Nico, su hijo, nació.
Laura lo tomó con cuidado y subió el volumen.
Apenas un murmullo, un sonido lejano que se mezclaba con la respiración de Nico.
Y entonces, entre la estática, lo escuchó claramente.
Una voz.
—Shhh… tranquilo, estoy aquí.
Laura sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Corrió hacia la habitación de su hijo con el pecho a punto de explotar.
Empujó la puerta sin pensar y encendió la luz.
Nico dormía plácidamente en su cuna.
Solo.
No había nadie más en la habitación.
No podía haber nadie más en la habitación.
Se quedó allí, en silencio, escuchando su propia respiración agitada y el débil sonido del monitor.
Nada.
Ningún susurro.
Al día siguiente, le contó a Daniel lo ocurrido.
Él, pragmático como siempre, le quitó importancia.
—Sería interferencia. O el sonido de la calle.
Laura quería creerlo.
Pero entonces llegó la tercera vez.
Era de madrugada.
Ambos dormían.
El monitor estaba en la mesita de noche, con el volumen bajo, como siempre.
Y de pronto, se encendió solo.
El sonido del cuarto del bebé inundó la habitación.
Una respiración pesada.
Y una voz susurrante.
—Shhh… tranquilo, estoy aquí. Mamá y papá no tienen por qué saberlo.
Laura y Daniel despertaron al mismo tiempo.
El terror les arrancó el sueño de un tirón.
Se miraron.
Se levantaron de la cama al unísono.
Corrieron al cuarto de Nico.
La puerta estaba abierta.
Nico lloraba.
Y la mecedora en la esquina del cuarto se movía sola.
Como si alguien acabara de levantarse de ella.
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Te leo 👇🏼👇🏼